lunes, 27 de febrero de 2012

Como creé "La Dama Negra". Los inicios.


Editar una novela es algo sumamente difícil.

- Gabriel García Márquez tardó muchos años en conseguir que alguien publicase su novela “La hojarasca” y también la famosa “Cien años de soledad”, porque al parecer carecía de valía literaria. Es complicado que un editor confíe en tu escrito y le de importancia. Sin embargo este hecho no puede hacerte desconfiar de tu talento ni cejar en tu empeño de darte a conocer. Ejemplo de ello es que las obras de García Márquez hasta la fecha han vendido más de 30 millones de ejemplares y se han traducido a más de 35 idiomas. Tan solo era cuestión de tiempo que las leyese la persona idónea.

- En mi caso, al resultar semifinalista del Premio Literario Iberoamericano “La Ciudad y Los Perros” de Miami en 2005, con mi novela “El Ángel Caído”, la confianza en mis propias posibilidades aumentó, y me decidí a intentar publicar otra de mis obras: "La Dama Negra". Distintas editoriales me enviaron escuetas cartas negándose a publicarla, pero instándome a continuar por ese camino.

- Lo siguiente fue participar en concursos literarios y luego enviar copias de la novela a editoriales que concordasen con mi estilo literario, pero sin un nombre relevante en la portada es muy difícil darte a conocer. Lo más común es que te ofrezcan escribir en negro para otras personas más conocidas. Para mí eso no era una opción, todos y cada uno de mis personajes son hijos de mi mente y de mi corazón, y no podría venderlos de ese modo.

- Sin embargo, una editorial apostó por mí con fuerza desde el primer momento: la editorial Abecedario, de las pocas en España que empuja a escritores noveles para introducirlos en el mundo de la literatura. Tuve además la tremenda suerte de que, después de colgar un anuncio en internet, un ilustrador catalán, Gersom Espinosa Teruel, empezase a trabajar conmigo en ilustraciones y portadas para mis novelas, sin pretender cobrar un duro. A él le debo el maravilloso dibujo de Emma, y otros muchos que esperamos hacer públicos con el tiempo. 



Narrarla en tiempo presente.

“Olympia” de Anita Shreve. Este drama me causó honda impresión porque fue la primera novela que leí que usaba el presente de indicativo para narrar los hechos, de modo que sentías que estabas dentro de la historia, que todo estaba ocurriendo ahora, de un modo muy cercano para el lector. Me pareció inevitable contar la vida de Emma en este tiempo verbal porque de este modo su realidad se hace presente en cada página. Únicamente uso el pretérito imperfecto cuando la protagonista se retrotrae al pasado y nos desvela sus recuerdos.  


 
Los personajes principales de “La Dama Negra”.

-Emma Alvarado: La protagonista. Es un instrumento de la muerte, toda su vida está salpicada de ella y la envuelve por completo. Siempre que pienso en Emma me vienen a la mente una pistola calibre 9 milímetros Parabellum y ropas negras, toda ella son disparos y sangre. 

-Alejandro Dumas: Su ex marido, uno de los cabecillas del cartel más importante de Colombia. El nombre se lo debe al autor de El Conde de Montecristo. Esa novela personifica el drama, la traición, la venganza, todos los elementos que forman parte de "La Dama Negra", y por ello el antagonista se llama así. 



Por qué elegir COLOMBIA como escenario:

Caquetá, Tierra de cocaína. National Geographic (Julio 2004), fue el reportaje que me inspiró. En el sur de Colombia, el reportero Carlos Villalón consiguió acceder a las selvas controladas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (las FARC) para documentar una economía basada en la cocaína, una cosecha ilegal que sustenta a toda la región: agricultores, comerciantes, traficantes y un movimiento guerrillero que lleva 40 años de lucha. A partir de aquí empecé a estudiar la historia de Colombia y sus guerrillas.

Apelante de la ONG Amnistía Internacional. Lo soy desde hace años. Nos ponemos en contacto con gobernantes de países en los que se han vulnerado los Derechos Humanos y otros tratados internacionales, para pedirles que actúen en consonancia con las leyes. Colombia firma pero no ratifica:
- la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer de Naciones Unidas.
- la Convención sobre los derechos del Niño.
- la Convención Internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad.
Es un escenario ideal para situar la trama de mi novela, enamora y horripila a la vez, es una suma de naturaleza hermosa y desbordante y de humanidad decadente y corrupta: es simplemente perfecto.



Los secuestros: Ingrid Betancourt.

Secuestrada el 23 de febrero 2002 por las FARC: Activista contra la corrupción política, intercesora de una salida pacífica para el conflicto armado de su país. Se postulaba a la presidencia de Colombia el mismo año que la sacaron de en medio. Secuestrada durante seis años, cuatro meses y nueve días en las selvas de Colombia. Propuesta para el Premio Nobel de La Paz.

Entre 2002 y 2006 las FARC secuestraron a 2.211 personas. Más de 13.000 personas han sido privadas de su libertad por la fuerza desde 1996 y el 9% de ellos son niños. Se ignora el número de personas que siguen retenidas en las selvas y montañas. 

Ella también está en la novela, de refilón, pero su figura es potente y trágica. La situación de todas esas personas privadas de libertad y encerradas en inóspitas selvas era una idea permanente en mi mente mientras escribía.



La temática de la VIOLENCIA DOMÉSTICA.

72 Mujeres muertas en 2004: Y las mujeres asesinadas a manos de sus parejas aumentaron un 30% en el año 2003, frente a las 52 del año 2002. Se equiparó el terrorismo de ETA al terrorismo doméstico que asesina a mujeres y niños, se requirió un “gran pacto de Estado”. 

    La situación de la mujer maltratada en España es de absoluta indefensión. Empecé a pensar en todo ello en el 2004, y poco a poco la trama de la novela empezó a enraizarse en estes horribles hechos. Una de las críticas de la novela que más he escuchado versa sobre este tema, y sobre cómo la historia cala hasta los huesos desde la primera página (me divorcio de ti, te olvido, sigo adelante con mi vida, conozco a otra persona y llamo de nuevo tu atención sobre mi ¡maldito seas!), como podéis ver en el primer capítulo aquí colgado. El resultado es Emma y la publicación de su historia en el 2011.


 
El desenlace.

Los dos últimos capítulos son mi especial e íntimo homenaje a la obra de teatro “La Fundación” del famoso dramaturgo español Antonio Buero Vallejo. Me leí ese libro en apenas unas horas, fascinada por la fusión de realidades y perspectivas, donde nada es lo que parece. Me obligaron a leer esa obra en el instituto, y debo decir que es de las pocas lecturas obligadas que recuerdo con pasión. Me causó una impresión muy profunda esa forma de narrar y por ello hay un leve reflejo en el final de mi novela. Y es que esos dos capítulos finales son también los que más llaman la atención a mis lectores. 






sábado, 25 de febrero de 2012

Sinopsis de "La Dama Negra".

La Dama Negra.

Sinopsis
Reinventarse tras un divorcio conflictivo es difícil, y más si has de dejar atrás una gran estela de violencia y cicatrices. Pero Emma Alvarado consigue seguir adelante y volver a sentirse viva, mujer, en los brazos de otro hombre: un renombrado fotógrafo de piel negra, hecho que conseguirá atraer de nuevo la atención de su expareja sobre ella, desatando una obsesión enfermiza sobre su entorno más próximo, golpeándola donde jamás sospecharía ser dañada. Y...
¿Qué puedes llegar a sentir cuando descubres que tu marido es un asesino? Emma se verá empujada por este hecho a un destino incierto, desde las costas de Galicia hasta las selvas más profundas e inhóspitas de Colombia, buscando al hombre que consiguió arrebatárselo todo. Una conmovedora historia de amor y odio que nos demuestra con claridad terrible los entresijos de la mentalidad humana, y todo aquello de lo que es capaz el hombre...y la mujer.

Primer Capítulo de "La Dama Negra".

Primer Capítulo


A la mujer le dijo:
"Multiplicaré los trabajos de tus preñeces.
Parirás con dolor a tus hijos
y buscarás con ardor a tu marido,
que te dominará".
Génesis 3, 16.
Pasaje favorito de Alejandro.
 
Vida por vida, ojo por ojo,
diente por diente, mano por mano,
pie por pie, quemadura por quemadura,
herida por herida, cardenal por cardenal.
Éxodo 21, 23.
Pasaje favorito de Emma.


12 de agosto. Caldas de Reis (Pontevedra).
Pipipipi. Emma se mira el brazalete con aprensión. Pipipipi. Gira la cabeza, los cabellos castaños bailando alocados en todos los sentidos, la mirada atenta a cada persona, a cada rincón cercano. Pipipipi. Está cerca, ¡maldita sea! Duda unos instantes, el tabique levemente torcido de la nariz reflejándose en el retrovisor. Pipipipi. Se frota la frente con una mano temblorosa y abre la puerta del coche. Sus altos tacones negros golpean con firmeza el asfalto, sus largas piernas echan a correr hacia el portal del edificio. Pipipipi. ?No me cogerás, esta vez no?, piensa mientras hace girar la llave. En el último instante se vuelve y oprimiendo un botón del mando cierra el coche. Las luces parpadean. Pipipipi. Aprieta los dientes, temerosa y enfurecida a la vez mientras empuja con violencia la puerta y golpea con insistencia el botón del ascensor. ?Pero no. No. ¿Qué te han enseñado en las clases de defensa personal? El ascensor no. Es una caja con una única salida?. Pipipipi. Las escaleras. Emma dispara una mirada desalentada hacia el portal de cristales ahumados con hierro verde y dorado. Tironea de una puerta lateral y comienza a subir las escaleras de dos en dos, sujeta la mano a la barandilla de madera, atentos los pies a no resbalar sobre la piedra. Pipipipi. Todavía está a menos de quinientos metros, pero ¿dónde? Emma alza los ojos dorados hacia el letrero. Cuarto piso. Abre la puerta y corre hacia su casa, las manos rebuscando frenéticas en el bolso de cuero negro. Pipipipi. Mira de reojo el brazalete, si sigue sonando así sin duda se volverá loca. Gira la llave y entra dando un portazo, mira a su alrededor, las persianas bajadas, las luces apagadas. Corre todos los cerrojos. Arroja su maletín de trabajo sobre el banco de diseño que está justo al lado del perchero, al que va a parar el abrigo de cualquier manera. Pipipipi. Emma se mesa los cabellos y pega un grito desquiciado. Está harta de ese sonido. Se dirige hacia el pasillo y descuelga el teléfono. 091. Sus dedos resbalan sobre las teclas, una maldición resuena en el silencio del amplio piso.
-Policía, dígame. ?Una voz de mujer que parece mascar chicle la saluda.
Emma se para ante la puerta principal y balbucea, la mirada fija en el pestillo.
-Con el inspector Carballeda. Soy Emma Alvarado.
-Un momento.
Suena una musiquita irritante y descorazonadora.
-¿Señora Alvarado?
La voz del hombre denota intranquilidad. Emma acerca su brazalete al auricular. Pipipipi. No es necesario que diga más.
-¿Dónde está?
-En casa.
-Cierre todo con llave.
-Ya lo he hecho.
-¿Cuándo ha empezado a sonar?
Emma mira el reloj en su otra mano.
-Hará unos diez minutos.
-No se mueva, una patrulla se dirige hacia ahí. ?Rumor de órdenes, teléfonos sonando y faxes en marcha.
Emma sigue mirando la puerta.
-¿Le detendrán, no es cierto?
-Por supuesto. Incumplir una orden de alejamiento está penado por la ley.
Pipipipi.
-¿Cuánto tardarán en llegar?
- Quince minutos.
Emma suspira. El espejo de su izquierda le devuelve la imagen de su nariz ligeramente torcida. A él le sobrará el tiempo para volver a partírsela.
-¡Que sean cinco! ?dice secamente.
El rumor de órdenes aumenta y el inspector cuelga el teléfono. Pipipipi. Emma arrastra hacia ella una silla con el pie y se golpea los labios con los dedos. El atractivo traje de falda y chaqueta de Armani se arruga. ¡Con la de meses que ha tenido que ahorrar para pagárselo! El continuo pitido de su brazalete la enerva, saber que está cerca pero ignorar el lugar exacto la llena de temor.
Pipipipi. Y un sonido seco en el pasillo. La espalda de Emma se tensa como un arco dispuesto a quebrarse. Conteniendo la respiración se dirige, descalza, hacia su habitación. Con rapidez y sigilo abre un cajón de la cómoda y extrae un objeto envuelto en seda negra. Pipipipi. Vuelve al recibidor, se sienta en la silla y quita el seguro a la pistola.


Han pasado cinco minutos. Emma se desespera. El pitido sigue atronando la penumbra de su casa. La policía no llega. Sus largos y lisos cabellos están revueltos y desordenados. Emma se mira en el espejo. Tiene los ojos entrecerrados, la mandíbula prieta y los labios fruncidos. Está tan rígida que teme el momento de ponerse en pie. ?Tal vez me parta por la mitad?. Pipipipi. Y de nuevo el sonido hueco en el pasillo del exterior, justo ante su puerta. Emma exhala el aire muy lentamente y suspende el dedo sobre el gatillo. ?Atrévete a entrar, hijo de puta? sisea en su interior. Hilillos de sudor resbalan por su espalda y empapan su nuca, humedeciendo sus cabellos. Sudor frío y constante.
El estridente sonido del teléfono la toma por sorpresa. El corazón se le acelera. Emma casi sospecha que en breve comenzará a adormecérsele el brazo izquierdo y le dará un ataque. Se seca el sudor del labio superior con la manga del Armani y se levanta para descolgar el aparato. Pipipipi. Se detiene a tiempo para no estampar el brazalete contra el suelo en un arrebato. Respira hondo e intenta serenarse. Apoya la pistola a su lado, sobre la mesa. De refilón aún puede ver la puerta principal.
-Dígame.
Le responde el silencio. Emma frunce el entrecejo.
-¿Hola?
-Hola.
Una mano de hierro le estruja el corazón. Emma se aferra al borde de la mesa para no darse de bruces contra el suelo. Inconfundible su acento argentino.
Pipipipi.
-¿Qué quieres? ?pregunta con voz ahogada. Sus ojos dorados parecen querer taladrar la puerta principal. Coge la pistola con la mano izquierda. Sabe que podrá disparar de todos modos puesto que es ambidextra.
-Vamos, paloma, ¿tienes que ser siempre tan arisca conmigo?
-¿Dónde estás Alejandro?
Pipipipi.
-Cerca. ¿Es que no llevas el brazalete?
Emma aprieta el auricular con las manos hasta hacerlo crujir. Pipipipi.
-¿Cómo de cerca?
Alejandro parece reír quedamente.
-Muy cerca ?susurra?. Pero eso no importa ahora.
Emma aguza el oído. Ahora está casi segura de que hay alguien en el pasillo.
-¿Qué quieres? ?repite arrastrando las palabras, presa de la rabia.
-Hoy hace un día espléndido, ¿no te parece?
Emma coge aire rápidamente, al borde del llanto. Pipipipi.
-La policía está de camino ?le advierte.
-Lo sé, pero no te preocupes, nunca me cogerán.
-¡Cerdo mal nacido...! ?Piensa?. Maldita sea...
-Eh, no blasfemes ?la reconviene él?. ¿Quieres saber una cosa?
-¿Qué? ?Emma está cansada de sus juegos.
-Acabo de matar a tus hijos.
Todo ocurre como a cámara lenta. Emma sabe adónde se dirige su coche, pero no le importa que el pedal del acelerador esté arañando la alfombrilla, ni que la carretera vuele bajo ella hasta casi no poder verla. Recuerda haber dejado caer el teléfono al suelo. Las pilas, un montón de alambres y cables desparramados por el suelo. Aún lleva la pistola sujeta en la falda, siente su dura rigidez contra su espalda. Cuando abrió la puerta no vio a nadie. Alejandro no estaba. Y aunque hubiese estado no le habría importado. Le habría pegado un tiro y hubiese seguido corriendo escaleras abajo.
El brazalete ya no suena. Normal, la aguja del cuentakilómetros cada vez está más inclinada hacia la derecha. 140. 160. ?Te matarás antes de llegar?. Se muerde los labios y sacude la cabeza. ?No importa?. Los nudillos blancos sobre el volante.
-¡No es verdad! ?grita.
El coche adelanta sin señalizar y gira chirriando las ruedas en una curva cerrada. Los bocinazos de los demás conductores sólo la instigan a pisar más el pedal. Va al colegio. Va a buscar a sus hijos.
Una opresión en el pecho le impide respirar con normalidad. Metiendo las marchas a golpes, el coche cabeceando, enfila la calle rodeada de árboles sin importarle que los peatones se queden mirándola como si hubiesen visto una aparición.
-No es verdad.
La silla de la niña amenaza con soltarse ante cada uno de los botes que pega el coche. Emma alza los ojos hasta el retrovisor y la mira. Cuántas veces no habrá sentado a Patricia ahí. Recuerda que siempre pega unos gritos descomunales cuando le ciñe el cinturón. Luego basta que le meta el chupete para que se calme. A los dos kilómetros ya está dormida.
Emma pega un sonoro puñetazo de ansiedad sobre la guantera, inclinándose en otra curva como si al moverse ella el Chrysler fuese a seguir su misma dirección. La tapa se abre con estruendo y un montón de papeles riega la alfombrilla y el asiento del copiloto. Emma maldice por lo bajo. Algo sólido y pesado cae tras los papeles. Emma solloza. Es un soldado de Miguel que ella le ha requisado porque juega a metérselo por las orejas a su hermano pequeño. ?Serás terrorista...? le dice ella siempre mientras le besa la oreja a Gabriel, que lo mira con el agua bailando en los ojos.
He matado a tus hijos. Emma nota que se le nubla la mirada. ?¿A mis tres ángeles? No, imposible. Eso no es verdad. No puede ser verdad. Al fin y al cabo, también son sus hijos?.
Se salta un semáforo en rojo a la torera, un Toyota verde tuerce hacia la acera para no llevársela por delante. El rosario de cuentas azules y doradas que lleva colgado del retrovisor se encabrita y el Cristo acaba estrellándose contra el parabrisas. Emma se niega a mirar el símbolo de su fe hecho pedazos. Se limpia una esquiva lágrima con violencia. Ya casi está. El corazón empieza a latirle más rápidamente. Emma sabe que sufre taquicardia. Dobla de nuevo una esquina y la sangre de sus venas se resquebraja. Dentro del recinto escolar hay dos ambulancias. Varios hombres vestidos de negro ante la guardería. Y un... ¿coche fúnebre? Frena de tal forma que sus ruedas echan humo y un olor a chamusquina inunda el ambiente. Apenas recuerda subir el freno de mano, abre la puerta casi de una patada y echa a correr.
Se mete entre la gente que murmura incrédula y espantada alrededor de los sanitarios. Sus codos golpean la carne de los curiosos y a fuerza de empujones consigue colarse bajo la cinta policial. Se dirige hacia el lugar en el que hay algo tendido en el duro suelo. Se le escapa un grito gutural que atrae la atención de varias mujeres. Son tres. Tres mantas térmicas con su habitual color dorado. Y unos zapatitos asomando bajo ellas. ¡No es verdad! Emma nota el amargor de la bilis subiéndosele a la boca. Aparta sin miramientos al director, un anciano gordinflón que solloza desesperado y al profesor de uno de sus hijos. El hombre reacciona al verla y quiere apartarla, pero Emma se abalanza sobre las mantas mientras a su izquierda el forense anota en voz alta:
-El primer muerto, Miguel Dumas Alvarado, de seis años; el segundo, Gabriel Dumas Alvarado, de cuatro años, y la tercera, Patricia Dumas Alvarado, de dos años... ¡Santo Dios, qué atrocidad!


Un año después.
Sus manos vuelan ágiles sobre las flores. Usa el cuchillo para cortarlas y dejarlas todas a la misma altura. Una ráfaga de viento las remueve y alza hasta ella el aroma embriagador de las rosas blancas y amarillas. Las ha rodeado de hojas de ciprés y nubes de margaritas. Son tres hermosos centros de flores que ahora empieza a rodear de cirios rojos. Los enciende y la tenue luz de las velas ilumina las tres lápidas. Le gusta cómo han decorado los nichos. Jamás se cansa de dar las gracias a Ángel puesto que fue él quien se encargó de todo cuando ella estaba... se mira las muñecas y los profundos cortes cicatrizados... indispuesta. Transida, frenética, descorazonada. Y le gusta el lugar, hundido en medio de un bosque, semeja estar separado del mundo.
Hay grandes camelias en flor, cipreses, césped, azaleas de todos los colores, un altar de piedra para celebrar funerales al aire libre y varias fuentes que dejan oír el manar de su agua cantarina. Y siempre se encuentra con alguna anciana que viene a traer flores a un antiguo amigo, amante o conocido. Acaricia con las yemas de los dedos las tres fotos. Primero la de Miguel, con su sonrisa de terrorista. Un nostálgico gesto transforma su semblante. En segundo lugar la de Gabriel con su mirada infantil y adorable, el niño más dulce del mundo. Y Patricia. Su Patri. Con su fino cabello corto, tan rubio que más bien era blanco. Se le escapa un sollozo ahogado. Aparta la mano de la fría losa antes de que una silenciosa lágrima logre burlar la celda de sus ojos.
El sol comienza a colorearse de un naranja oscuro. Cada vez hace más frío. Emma mira el reloj, lleva en el cementerio toda la tarde. En un par de horas anochecerá. Se sienta sobre un pequeño escalón de mármol, la espalda apoyada contra la puerta negra y dorada. Abre un pequeño libro por el segundo capítulo y comienza a leer. Es un cuento infantil que su madre escribió años atrás en un arrebato literario. Cuando Emma anunció que esperaba su primer hijo, Sara se lo regaló.
-En los cuentos infantiles siempre hay una nota discorde de crueldad y dolor ?solía decirle?. Si son Hanzel y Gretel, la brutalidad de unos padres que prefieren abandonar a sus hijos antes de luchar por ellos; si Caperucita, el temible lobo come-abuelas al que hay que asesinar; la Cenicienta, una bestia de madrastra maltratadora con tendencias psicópatas; la Vendedora de fósforos que muere congelada en la más solitaria pobreza; Barbazul y su pútrida celda repleta de cadáveres de antiguas mujeres... Emma, enséñales a tus hijos a preservar su inocencia. Ya llegará el día en que tengan que llorar.
Emma ha dejado de leer. Se ha quedado muy quieta, pensando en las palabras de su madre y mirando el césped sin verlo. La última frase la ha hecho temblar. Ya llegará el día en que tengan que llorar. Se pregunta si cuando Alejandro les descerrajó un tiro a cada uno en el pecho, reventándoles la caja torácica, sintieron dolor. O si sospecharon, al menos el mayor, qué era lo que pensaba hacer el loco de su padre alzando el arma ante sus ojos. La sola idea la obliga a doblarse sobre sí misma para arrojar al suelo, entre gemidos y sollozos, el contenido de su estómago. Hijo de puta. Un año en búsqueda y captura sin resultados.
-Hijo de puta ?murmura mientras se limpia la boca con el dorso de la mano.
Un leve movimiento a su izquierda atrae su atención. Cuando gira el rostro lo primero que ve es un pañuelo blanco. Lo coge y se limpia los mocos y las lágrimas.
-Gracias.
Ángel se deja caer a su lado, las largas trenzas negras rozando sus hombros.
-¿Mejor? ?pregunta.
Emma lo mira. Lleva unos pantalones vaqueros y una camiseta blanca. Unas atractivas gafas de sol velando sus ojos negros.
-Sí, claro. Ya está. Ya ha pasado.
Respira hondo y busca su mano. De repente se descubre nuevamente al borde del llanto. Aprieta la robusta mano negra.
-Gracias ?repite.
Él la mira.
-¿Por qué?
-Por estar siempre ahí. Por este año. Por levantarme cada vez que me he caído.
Ángel asiente mientras mira las fotos de los niños.
-No tienes por qué agradecerme nada ?dice?, yo también los quería.
Emma enmudece. No quiere recordar los alegres momentos en que salían los cinco a merendar al campo. Ángel había sustituido a Alejandro como padre. Y los niños lo habían adorado ciegamente. Se quedan pues, en silencio, contemplando la puesta de sol.
Un ronroneo entre la hierba despierta la curiosidad de Emma. Sus ojos se fijan en una mantis religiosa. Inclina levemente el rostro para verla mejor, despacito para no asustarla. Se mueve de forma acompasada. Emma se percata de que son dos. ?Deben estar apareándose? piensa. La espigada pareja se separa. Emma se maravilla una vez más ante el espectáculo, algo siempre increíble. La hembra ejecuta una extraña cabriola y se arroja sobre el macho, arrancándole de cuajo la cabeza. Atónita, Emma contempla el cadáver mutilado. Se había olvidado de ese detalle crucial, y es que al terminar el rito de apareamiento, el macho es sacrificado.
El libro se le resbala de la falda. Emma lo mira como si jamás lo hubiese visto antes. Alza el rostro siempre triste y algo más avejentado hacia los tres nichos. Miguel. Gabriel. Patricia. El macho es sacrificado. Alejandro... Una torva sonrisa tuerce sus facciones.
Emma ya sabe lo que tiene que hacer.


Cae una lluvia fina y armoniosa sobre el enorme roble de lustrosas hojas verdes que hay en el patio trasero. Nubes grises empañan el cielo y una atmósfera fría la rodea. Sus faldas negras danzan alrededor de sus largas piernas, acariciando la anciana piedra del recinto. No lleva tacones, pero sus pasos se escuchan nítidos sobre la mullida alfombra roja que atraviesa el santo lugar.
-Ave María Purísima...
-Sin pecado concebida.
Se arrodilla sumisa ante el confesionario. Un carraspeo de pulmón podrido por el tabaco quiebra el silencio de la Iglesia de San Lorenzo de Nogueira. Nació en aquel lugar y conoce desde siempre al anciano que se oculta tras la madera agujereada.
-Habla, hija mía.
Un suspiro resignado y los ojos dorados que recorren la estancia tras el velo negro, desde las enormes lámparas colgantes hasta las chisporroteantes velas que iluminan el corazón malherido de la Virgen de Los Dolores. Aparta la mirada de la burda representación porque sabe que sus intenciones son sacrílegas. La figura llora inclinada hacia delante como si estuviese viendo a su hijo derribado, un puñal clavado en su corazón. Se estremece. Eso es exactamente. Un puñal atravesado en el pecho, una espina clavada.
-Padre, perdóneme, porque voy a pecar...

Entrevista Periódico Digital "Voz de Barro" a la escritora Lorena Louzán.

"Voz de Barro" entrevista a la escritora Lorena Louzan.

Entrevista de Voz de Barro a la escritora y vecina, Lorena Abal Louzán.
"La Dama Negra"
Lorena Abal, usted es una escritora que fue niña (todavía lo es), cuéntenos un poco su infancia y cómo llamó a su puerta la necesidad de escribir.
Da mi infancia recuerdo los días casi iguales, felices, de sol y de lluvia, en casa con mi hermana y mi madre, esperando siempre la llegada de papá para comer o cenar, y poder pasar con él más tiempo (siempre estaba trabajando día si y día también para darnos lo mejor -todavía lo hace ahora-). Y recuerdo que dentro de mi latía una especie de desazón que solo desaparecía si me ponía a escribir, reflejando todo cuanto se me pasaba por la cabeza en una hoja de papel. En el colegio me dieron siempre muchos ánimos (Doña Ana Silva, ya jubilada), y también en el instituto e incluso en la univsersidad. Pero la mayor culpable fue mi madre, que me impelía a escribir lo que fuera, cuando fuera.
Usted es maestra, ¿influyó en algo que se dedique a escribir?
En realidad no influyó que yo sea maestra porque yo trabajo solo con niños, y desde luego, mis novelas son cualquier cosa menos aptas para menores. Considero que la literatura infantil es un campo sumamente difícil, yo prefiero crear historias para adultos, sin censura, sin tener que medir las palabras y que estas sean duras y esigentes, directas al punto clave, sin ambages. La Dama Negra es unha historia de violencia, me gusta poder plasmar en papel esa parte del mundo real que es tan tremenda.
¿Por qué el título de "La Dama Negra"?
Porque la protagonista, Emma Alvarado, fue para mi siempre un instrumento de la muerte, toda su vida está salpicada de ella y la envuelve por completo. Siempre que pienso en Emma vienen a mi mente una pistola calibre 9 milímetros Parabellum y ropas negras, toda ella son disparos y sangre.
Ya sabemos que "La Dama Negra" (y no queremos desvelar la historia) es un drama de una mujer divorciada que transcurre entre Galicia y Colombia, ¿estuvo usted en ese país? Si es así, ¿qué la empujó de aquel país a implicarlo en la trama?
Pienso que Colombia es, en la actualidad, uno de los pocos países que no me atrevería a visitar, y eso que he recorrido buena parte del Caribe, por lo que estuve cerca. Soy apelante de la ONG Amnistía Internacional, y mi misión es ponerme en contacto con los gobiernos e instituciones de los países en los que se dan situaciones que violentan los derechos humanos, y Colombia está siempre, junto con México, en el punto de mira, por lo que no tengo muy claro si seria bien recibida. El motivo por el que la impliqué en la trama de la novela fue un reportaje de la National Geographic sobre el narcotráfico en el cual también se hablaba de Galicia, y se me ocurrió la idea. Además, por aquel entonces, me llamaba muchísimo la atención el secuestro de Ingrid Betancourt, y la historia de toda esa gente atrapada en las selvas me resultó imposible de olvidar.
¿Qué espera con la publicación de este libro?
Ni ser famosa ni ganar dinero, eso está claro. Lo que yo ambicionaba era, simplemente, saber que podía escribir y publicar una buena historia, interesante, que desafiase convencionalismos y dejase a la xente impactada, y por las noticias que me están llegando continuamente, es algo que parece estoy consiguiendo. Me encanta escribir, es casi un placer privado, pero poder compartirlo con los demás es todo un privilegio.
¿Ya tiene pensado si va a escribir otro? Y si es así, de que género estamos hablando?
No soy capaz de ver el mundo de color de rosa casi nunca (con que veas e telediario ya se esfuman tus expectativas de todo va bien: guerras, muerte, violencia machista, etc.), mi estilo se parece más -y esto también me lo están diciendo mucho- al del dramático Stieg Larsson, con unas gotas de Alberto Vázquez-Figueroa y cómo no, de Anne Rice (de la que soy admiradora desde niña). Pero la realidad es que otras dos novelas aguardan en el fondo de un cajón, mientres una tercera lucha porque la escriba desde hace meses. Y esta última es toda un desafío..